Revolución del Parque
La Revolución del Parque fue una insurrección cívico-militar producida el 26 de julio de 1890 dirigida por la recién formada Unión Cívica, liderada por Leandro Alem, Bartolomé Mitre, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, entre otros. La revolución fue derrotada por el gobierno, pero de todos modos llevó a la renuncia del presidente Miguel Juárez Celman, y su reemplazo por el vice-presidente Carlos Pellegrini.
Antecedentes
En 1889 Argentina estaba convulsionada: una grave crisis económica se había prolongado por dos años, causando una brusca caída de los salarios, desocupación y un reguero de huelgas nunca antes visto. La presidencia del General Julio Argentino Roca (1880-1886) fue sucedida por la de su cuñado, Miguel Juárez Celman, cuyo gobierno se caracterizó por las denuncias de corrupción y autoritarismo; sus opositores llamaban a esa gestión como el Unicato.
El 1 de septiembre de 1889 un grupo de jóvenes convocó a un gran mitín en el Jardín Florida de la ciudad de Buenos Aires, y se constituyó como Unión Cívica de la Juventud, con el fin de aglutinar al amplio espectro de opositores al régimen de Miguel Juárez Celman, sostenido por el oficialista Partido Autonomista Nacional.
El 13 de abril de 1890, el partido juvenil se consolidaba en un gran acto en el Frontón Buenos Aires, donde quedó constituído un nuevo partido que será denominado Unión Cívica. Como presidente fue elegido Leandro N. Alem e incluyó a líderes de distintas tendencias, como Francisco A. Barroetaveña, José Manuel Estrada, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Juan B. Justo, Lisandro de la Torre, y el influyente ex presidente y General Bartolomé Mitre.
El 26 de julio de 1890 los dirigentes de la Unión Cívica realizaron la llamada Revolución del Parque o Revolución del 90.
Los preparativos
El 15 de diciembre de 1889, la Unión Cívica inauguró un club cívico en la parroquia de San Juan Evangelista de la Ciudad de Buenos Aires, con un mitin realizado en el Teatro Iris. Al finalizar el acto los cívicos fueron atacados con armas de fuego por parte de un grupo parapolicial enviado por el gobierno. La policía presente en el lugar, lejos de detener a los atacantes, reprimió violentamente a los asistentes al acto. El hecho causó una gran indignación pública y es mencionado como el desencadenante más inmediato de la revolución [1].
Aristóbulo del Valle cuenta que pocos días después Leandro Alem, Mariano Demaría y él mismo tomaron la decisión de levantarse en armas. La razón inmediata era "impedir la sumisión sin esperanza al régimen de Juarez" [2]. Al grupo inicial se sumaron Juan José Romero, Miguel Navarro Viola, y Manuel Ocampo.
En esos días llegó también de Europa el general Manuel J. Campos, un militar de plena confianza de Bartolomé Mitre. Del Valle, entonces, decidió contactarlo para sumarlo a la revolución e incoporar así al mitrismo. La respuesta de Campos fue contundente:
Cuenten conmigo y avísenme en el momento oportuno.
En forma paralela a los contactos secretos que preparaban la conspiración, la Unión Cívica de la Juventud conducida por Barroetaveña, buscaba ampliar sus bases de apoyo popular en la Ciudad de Buenos Aires, organizando un partido político más amplio: la Unión Cívica. El propósito declarado era:
“formar un gran partido de coalición política que vencería en las luchas eleccionarias, o en el campo de la acción, si los gubernistas burlaban los derechos del pueblo, con fraudes o violencia”. [3]
En enero de 1890, la crisis económica se siguió agravando. Las obligaciones a término no pudieron ser pagadas y se produjo una corrida bancaria. El pánico llevó a los comerciantes a subir los precios de los artículos de primera necesidad y la población se empobreció súbitamente. El 2 de febrero hubo elecciones locales, pero prácticamente nadie se presentó a votar. El diario El Nacional tituló al día siguiente:
Las elecciones de ayer tendrán un epitafio: aquí yace el derecho electoral.
El descontento de la población se generalizó y encontró rápidamente al presidente Juárez Celman como chivo emisario.
El 13 de abril de 1890 se realizó un gigantesco mitin para fundar la Unión Cívica. La convocatoria fue firmada prácticamente todos los sectores opuestos al gobierno a través de sus máximos representantes. Allí estaban desde el ex presidente Bartolomé Mitre y sus seguidores, de tendencia conservadora oligárquica, hasta los líderes católicos José Manuel Estrada y Pedro Goyena que se oponían activamente al laicismo del gobernante Partido Autonomista Nacional. Entre los convocantes hay jóvenes como Juan B. Justo que pocos años después fundaría el Partido Socialista de Argentina, y el abogado Francisco Barroetaveña que había movilizado a los jóvenes progresistas de clase media de Buenos Aires. Pero también estaba Bernardo de Irigoyen que se había alejado del oficialismo, el historiador y ex rector de la Universidad de Buenos Aires Vicente Fidel López, el histórico general Juan Andrés Gelly y Obes, el empresario Mariano Billinghurst, y por supuesto la que fuera el ala popular del alsinismo, Leandro Alem y Aristóbulo del Valle.
La lucha armada
26 de agosto
La concentración de las tropas
Las tropas revolucionarias
El levantamiento armado comenzó en la madrugada del 26 de julio de 1890.
A las 4 de la mañana, Alem al mando de un regimiento cívico armado tomó el estratégico Parque de Artillería de la Ciudad de Buenos Aires, actual Plaza Lavalle (donde hoy se levanta el edificio de la Corte Suprema de Justicia), ubicado 900 metros de la casa de gobierno, frente a las obras recién iniciadas del Teatro Colón.
Simultáneamente, en la zona norte de la ciudad:
- El coronel Figueroa con la ayuda del coronel Espina sublevaron el Regimiento 9º de Infantería, ayudados por una extraña orden impartida al Regimiento 11º de Caballería, que lo vigilaba, de salir a practicar tiro a la madrugada. La orden ha sido atribuida a Roca [4].
- Aristóbulo del Valle e Hipólito Yrigoyen lograron sublevar a los cadetes del Colegio Militar;
- El general Campos sublevó el Batallón 10º de Infantería donde estaba detenido;
- Los capitanes Roldán y Fernández sublevaron el estratégico Regimiento 1º de Artillería, con sus nuevos cañones Krupp 75 al mando del mayor Day.
Todas estas tropas se reunieron y marcharon juntas por la calle Santa Fe hacia el Parque donde llegaron aproximadamente a las seis de la mañana. Allí también concurrieron otras cuerpos militares rebeldes y cientos de milicianos "cívicos". Allí se concentraron 1.300 solados [5], alrededor de 2.500 milicianos [6], y toda la artillería existente en la capital.
También durante la madrugada, el teniente de navío O'Conor sublevó la mayor parte de la escuadra naval ubicada en el puerto, detrás de la Casa Rosada. Los buques revolucionarios fueron la Patagonia, buque insignia, el Villarino, la Maipú, y el acorazado Los Andes. El control de la flota llevó un tiempo porque hubo un efrentamiento armado en la Maipú, y porque el almirante leal Cordero, logró maniobrar con el acorazado los Andes para entorpecer las acciones de los revolucionarios, hasta que la propia tropa del buque se amotinó y lo detuvo.
Las tropas leales
Por su parte las tropas leales comenzaron a agruparse desde muy temprano también, debido a que varios funcionarios del gobierno se enteraron a primera hora de la sublevación.
El sitio principal donde se concentraron las fuerzas del gobierno fue el Retiro, en la zona noreste de la ciudad, donde existía un cuartel y además el ferrocarril, por el que se podía transportar las tropas ubicadas en las provincias. Allí se instalaron desde las 6 de la mañana el presidente Juárez Célman, Carlos Pellegrini, Julio A. Roca, y el general Levalle, ministro de Guerra, quien tomaría el mando directo de las tropas leales. Debido a que toda la artillería quedó en manos rebeldes, Levalle hizo llevar tres pequeños cañones que se encontraban en la base de la Prefectura del puerto del Riachuelo y se utilizaban para salvas y otro utilizado para prácticas en el Colegio Militar.
Por otra parte, unos 3.000 agentes de policía se concentraron en el Departamento de Policía, en el sur de la ciudad.
La Casa Rosada quedó indefensa.
Síntesis
Poco después, el General Manuel J. Campos, integrante de la revolución, ingresó al Parque de Artillería, siguiendo el plan, con el fin de marchar sobre las tropas del gobierno. Ante la situación el presidente Miguel Juárez Celman huyó a Rosario y el gobierno quedó completamente desorganizado.
Sin embargo Campos, que tenía el mando militar de la revolución, no dió la orden de avanzar, argumentando que las tropas debían descansar. La conducta indecisa de Campos ha llevado a los investigadores a sospechar que el militar en realidad estada saboteando la insurrección. De hecho, pocos días antes, el poderoso y astuto jefe del partido de gobierno, Roca se había reunido en secreto con Campos, dando base a las sospechas.
Para el mediodía miles de combatientes cívicos, utilizando una boina blanca como uniforme, habían salido a las calles, levantado barricadas y tomado edicios como bastiones, denominados "cantones". La revolución contó con el apoyo decisivo de la popular revista Don Quijote (1884 - 1905), cuya alma eran los dibujantes Eduardo Sojo (Demócrito) y Manuel Mayol (Heráclito) [7].
Ante la indecisión de los revolucionarios la Policía y el Ministro de Guerra, Gral. Levalle, lograron reorganizar a las fuerzas del gobierno y comenzado a atacar las posiciones civicas, en especial, a las tropas revolucionarias ubicadas en el Parque de Artillería. Por su parte, el vicepresidente Carlos Pellegrini y Roque Sáenz Peña, tomaron el mando político de la represión.
Luego de varios días de duros enfrentamientos con cientos de muertos, el gobierno negoció la rendición y entrega de armas de los revolucionarios, a cambio de la renuncia de todo el Gabinete. Frente a esa situación Juárez Celman se vió obligado a renuciar una semana después, e1 6 de agosto de 1890. Asumió Carlos Pellegrini como Presidente de la Nación.
Referencias
- ↑ Cabral:412
- ↑ Cabral:413
- ↑ Cabral:414
- ↑ Cabral:449
- ↑ Cabral:451
- ↑ Etchepareborda:58
- ↑ Don Quijote, por Carlos Boyadjian, publicado en Historia de Revistas Argentinas, Tomo III, AAER
Bibliografía
- CABRAL, César Augusto (1967). «Alem: informe sobre la frustración argentina». Buenos Aires: A. Peña Lillo. ISBN.
- ETCHEPAREBORDA, Roberto (1966). «La Revolución Argentina del 90». Buenos Aires: EUDEBA.
- JITRIK, Noé (1970). «La Revolución del 90». Buenos Aires: CEAL.
- LUNA, Félix (1964). «Yrigoyen». Buenos Aires: Desarrollo.
- SOMMI, Luis V. (1957). «La revolución del 90». Buenos Aires: Pueblos de América.