biese ocurrido algo grave. - ¿No sabe usted que mi primo Raoul es Marqués y mi prima Mercedes es Condesa y que soy parienta de la aristocracia? Dígalo usted á todos y que no quede bicho viviente en el barrio que lo ignore... ¿Pero qué hace usted ahí parada? Corra usted, vuele y haga que el cocinero se despache con el almuerzo; que vuelvan á enganchar la berlina, y prepáreme usted el vestido de paño verde con zibelina y el sombrero adecuado, que ya no me tarda que mis amigas lo sepan y me feliciten, ¡Prima hermana de Marqueses y Condesas! ¡Oh, qué chic!
Y al salir dijo la farsante al portero: - Si viene mi primo el Marqués, dígale usted que no he podido esperarle. El portero, que jamás había visto allí un primo Marqués, vió alejarse la berlina sin comprender una jota.
Naturalmente, la Baronesa fué la primera á quien se apresuró á hacer saber que era prima de los Renfijo, explicando su silencio hacia ellos y el no haberlos convidado, porque estaban enamorados y no gustaban de fiestas. Diez minutos estaba en cada casa, agitada, febril al hablar de que eran sus primos hermanos el nuevo Marqués y la nueva Con-